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Iberismo para un futuro junto a Portugal

berismo o cómo uno de los movimientos políticos más apoyados es también uno de los más desconocidos




En los tiempos que corren, y especialmente desde que España ingresó en la Unión Europea en 1986, en Europa no deja de darse el debate sobre hasta dónde debe llegar el proceso de integración entre los diferentes países que conforman la Unión.


Ni siquiera el divorcio con Reino Unido, uno de los países más destacados económica, política y demográficamente de Europa, ha supuesto cuestionamiento alguno de una asociación política que siempre se encuentra sujeta a tensiones. De hecho, la fraternidad de la Unión se vio reforzada al dar una respuesta conjunta a un hecho tan trascendente, como fue la pandemia de la COVID-19. Mientras el resto del mundo se peleaba por mascarillas, vacunas o medidas y contramedidas para proteger a su población, la UE dio un ejemplo de colaboración y trabajo en común incluso en momentos de crisis.


Pero el europeísmo, también en su vertiente federalista más moderna, no es el único movimiento político que aspira a la unión de territorios en el continente. De hecho, hay otro que nos involucra más directamente y que tiene incluso mayor recorrido histórico: el iberismo.


Debemos entender este movimiento político como uno caracterizado por la defensa de la fusión de España y Portugal para la creación de un nuevo ente político. No debemos confundirlo con otros como el paniberismo, que defiende además la unión de los territorios históricamente vinculados a ambos países (el iberismo se restringe a los territorios peninsulares).


Puede que parezca una quimera o algo extraño unir dos territorios con diferentes culturas e idiomas, pero la unión entre España y Portugal tiene precedentes históricos. Uno de los más destacados se encuentra en la política matrimonial llevada a cabo en tiempos del Antiguo Régimen entre la Casa de Avis, que gobernaba los territorios portugueses, y la Casa de Trástamara, que hacía lo propio en España. Sin embargo, la unión clara entre ambas coronas llegó con Felipe II, quien fue reconocido como rey de Portugal en el siglo XVI e integró estos territorios dentro de la Monarquía Hispánica. Esta unión, no obstante, no duró demasiado, ya que con la firma del Tratado de Lisboa en 1668, España puso fin a la rebelión iniciada en territorios portugueses y reconoció la independencia de Portugal.


El movimiento iberista, en particular, tuvo sus inicios en torno al año 1792 cuando el político liberal José Marchena planteó en una de sus memorias la creación de una República Federal Ibérica. Aunque el germen histórico del movimiento lo ubicamos en el siglo XIX durante la Guerra de Independencia, cuando españoles y portugueses se alinearon con un objetivo común: la expulsión de los franceses de la península. Sin embargo, aspectos como el conflicto que mantenían ambos países por territorios fronterizos como el pueblo extremeño de Olivenza hicieron que esta relación fraternal durara poco.


Al margen de la evolución histórica del movimiento - demasiado amplia para tratarla en tan pocas líneas y que se ve influida por hechos históricos tan clave como las unificaciones de Italia y Alemania - podemos dar el salto a 1942, año del Pacto Ibérico rubricado por los dictadores español (Francisco Franco) y portugués (Antonio de Oliveira Salazar), que supuso un pacto de no agresión entre ambas naciones y que, en cierta medida, significó el fin, al menos por el momento, de las aspiraciones de unión territorial de ambos países. Fue la materialización del fin de un movimiento que ya venía perdiendo fuerza desde inicios del siglo XX.




Si hablamos de la actualidad, conviene destacar la existencia de diversas organizaciones iberistas, como la Sociedad Iberista (creada en 2018), la Plataforma Civil Ibérica (creada en 2016) o el partido político Movimiento Ibernexus. Su principal aspiración es superar los estados de Andorra, Portugal y España, tal y como se conocen actualmente, para construir una República confederal que abarque todos estos territorios.


Respecto a los datos, hay que señalar una curiosidad: el movimiento iberista no es un tema de conversación muy común en la actualidad, y ninguna de las principales formaciones políticas de ninguno de los dos países lo incluye siquiera en su programa electoral. Sin embargo, la última encuesta realizada en 2021 por ElectoPanel sobre la unión con Portugal ilustra que un 73% de los españoles estaría a favor de esta unión. En el caso de los ciudadanos portugueses, la misma pregunta se hizo algunos años antes, en 2016, y el 78% apoyaba la unión. Analizando los datos más a fondo, podemos ver tendencias sorprendentes, como que no hay grandes diferencias de opinión entre el electorado de Vox y Podemos, o que es precisamente en los partidos independentistas donde se encuentra el mayor rechazo al iberismo.





Pese a no ser siquiera tema de debate, la unión de ambos países genera consensos más grandes que la forma del Estado, la regulación del aborto o la independencia de Cataluña. Es probable que nuestra tendencia a dedicar mayor tiempo en debates y tertulias a aquellos temas que más nos dividen haya contribuido también en gran medida a que este movimiento se haya ido olvidando.


La unión de España y Portugal es a día de hoy parte de un futuro tan hipotético como la independencia de alguno de los territorios que conforman España, pero no conviene olvidarse que, si bien no riega su sangre tan constantemente como estos movimientos nacionalistas, el iberismo late con fuerza en lo profundo de la sociedad española.



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